Estaban haciendo la compra en el Mercadona. Por el amor de Dios, qué nerviosa la ponía él en el supermercado. Iba de un lado a otro sin rumbo fijo, agarrando los productos de los estantes a medida que se acordaba. Ella insistía en recorrer todos los pasillos desde el principio, incluso el de comida para los animales que no tenían. Al final acababan haciendo las dos rutas: él llamaba a la primera "la de aproximación", y a ella le sacaba de quicio.