sábado, 13 de junio de 2009

Memoria

El neurocirujano y los residentes de primer año entraron en la habitación de la señora O’Hara.

- Muy bien, chicos - el doctor Goldberg se acercó a los pies de la cama, mientras los residentes formaban una línea en el lateral -. ¿Alguien puede hablarme del caso de la señora O’Hara?

Ocho manos se alzaron a la vez.
- ¿McKinley?
- La señora O’Hara padece un caso típico de hipermnesia senil - Mc Kinley, el primero de su promoción en Yale, intentó que su voz sonara firme.

jueves, 11 de junio de 2009

El gran día de Marcos

- ¿Cuál es la tuya?
- El mío – contestó Carmen.
- ¿Qué? – la mujer que había preguntado, una rubia teñida con chanclas de plástico verde, arqueó las cejas.
- Que es un niño. El mío. Ése de ahí – y miró a Marcos, que estaba sentado en el borde de la pista jugando con la goma de las zapatillas.
- Ah… qué curioso – la rubia miró al suelo. Carmen supo que estaba esperando que le preguntara cuál era la suya, pero no le iba a dar ese placer. Fingió estar muy ocupada cambiándole las pilas a la cámara de vídeo hasta que, después de unos segundos de silencio, la rubia optó por desplazarse al otro extremo de la grada.


viernes, 29 de mayo de 2009

Incógnito

Iker C. ha llamado a un taxi para que le lleve a casa. Mientras espera en la acera, una chica pasa a su lado y sus ojos se cruzan. Está acostumbrado. Lo que le llama la atención es la segunda mirada o, mejor dicho, la ausencia de segunda mirada. Normalmente las chicas le miran un momento y después reenganchan los ojos mientras caminan, girando el cuello hasta casi dislocárselo. Eso si no se paran a pedirle un autógrafo, a sacarse una foto con él o a declararle su amor eterno. Lo de esta chica es la excepción: le ha mirado y ha pasado de largo.

domingo, 12 de abril de 2009

Límites, S.A.


Se despierta, se incorpora y se da de narices con la tapa forrada de raso del ataúd. Tarda un rato en darse cuenta de la situación. Se ha quedado dormido. Qué puto gilipollas. Se ha quedado dormido en su propio velatorio y ha dejado que le entierren. Al principio, grita como un loco. Pega puñetazos contra los límites del ataúd. Patalea, como si tuviera encima una manta muy pesada y no toneladas de tierra. Después, intenta relajarse: tranquilo, se dice, no eres el único que sabe que estás aquí. Está tu agente de Límites, S.A., el señor García, ese hombre tan amable. Están todos los empleados que han trabajado en el montaje: el médico que certificó tu supuesta muerte, los extras que afirmaron haber estado contigo en el momento en que te dio el infarto, los empleados de la funeraria que ignoraron el hecho de que estuvieras todavía calentito y respirando cuando te colocaron en el ataúd.

domingo, 8 de marzo de 2009

Lex y yo, de noche, sobre el tejado


Estamos sentados al borde del tejado, sobre el canalón. Lex y yo. Miramos la calle a nuestros pies. Está tan sucia, y el cielo sobre nuestras cabezas no es gris, pero sólo porque es de noche. Últimamente, todos los días son grises en la ciudad, y a mí me da la impresión de que para cuando el cielo se vuelva azul, nosotros ya nos habremos ido.