sábado, 17 de diciembre de 2011

Huevos kinder

Un euro diez había costado el huevo kinder, y mientras ella le mira rasgar el papel con ojos entusiasmados, se pregunta cómo ha subido tanto el precio, o si valía tanto cuando ella era pequeña. Entendiendo, más o menos, por qué sus padres lo consideraban un artículo de lujo y no se lo compraban casi nunca; por eso y porque ella se dejaba la mitad del chocolate y se iba enseguida a por el juguete.

Él hace lo mismo. Deja las dos mitades del huevo abiertas sobre la mesilla de noche y coloca el otro huevo, el amarillo pequeñito, en la palma de su mano. Está sentado con las piernas cruzadas sobre el edredón, sonriente y espídico, mientras ella, tumbada, apoya la mejilla en la mano y piensa en dormir otro rato.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

(Des)encuentros esperados

El chico de los ojos verdes camina hacia la parada del autobús. Va con el tiempo justo, como casi todas las mañanas, y si llevara reloj se lo miraría todo el rato. Piensa que ya le vale, que nunca es capaz de levantarse la primera vez que suena el despertador y lo deja una hora sonando cada cinco minutos. A lo mejor ayudaría si el otro lado de la cama no estuviera tan frío, pero prefiere no pensar en eso.

Camina deprisa, con pasos cortos y los hombros un poco echados hacia atrás, y sabe que si le viera alguien que no le conoce pensaría que está enfadado. Quizá sí esté un poco enfadado. No es la mejor versión de sí mismo por las mañanas, y se pregunta si tiene sueño o si le está pudiendo esta rutina dura de oficina y zapatos, de querer que llegue el viernes y odiar que llegue el lunes y querer que llegue el viernes y vuelta a empezar.

jueves, 18 de agosto de 2011

Coincidencia

Estaban haciendo la compra en el Mercadona. Por el amor de Dios, qué nerviosa la ponía él en el supermercado. Iba de un lado a otro sin rumbo fijo, agarrando los productos de los estantes a medida que se acordaba. Ella insistía en recorrer todos los pasillos desde el principio, incluso el de comida para los animales que no tenían. Al final acababan haciendo las dos rutas: él llamaba a la primera "la de aproximación", y a ella le sacaba de quicio. 

viernes, 29 de julio de 2011

Esa sensación

Le llevaron a urgencias por una ingesta masiva de lepidópteros, también conocidos como mariposas. Había robado la colección de su cuñado (casi cuarenta ejemplares recogidos en viajes por todo el mundo) y se había tragado los insectos uno por uno, teniendo la afortunada precaución de quitar el alfiler primero.

El médico de guardia se las vio y se las deseó para convencer a los familiares de que comerse cuarenta mariposas no era malo.
- ¿No se comen ustedes cuarenta gambas? - pregunto, de forma un poco retórica -. Eso es todo proteína.

Después, sin embargo, retuvo al paciente en la consulta para hacerle unas preguntas. Tenía que descartar depresión, psicosis o intentos autolíticos. Le miró fijamente desde el otro lado del escritorio mientras daba vueltas en la mano a su bolígrafo de propaganda farmacéutica.
- ¿Por qué lo ha hecho? - preguntó.
- Hacía tanto tiempo que no tenía esa sensación... - contestó él, con ojos soñadores.

miércoles, 13 de julio de 2011

Sangrar

Ella le agarra suavemente la mano con la suya, y con una de sus uñas largas y limadas en pico le araña en el dorso, justo en la piel arrugada de los nudillos.
- ¡Joder! ¿Qué coño haces?
- Te hago sangrar.

No es un arañazo sensual, y a él le parece un gesto gratuito y brusco mientras observa asombrado cómo la capa superficial de la piel se despega del resto y cómo la sangre empieza a aparecer en puntitos pequeños y rojos.

jueves, 7 de julio de 2011

El secreto

El chico no demasiado atractivo ligaba muchísimo, y todos los demás se preguntaban siempre cuál era su secreto. Él se limitaba a observar a las mujeres, escoger un detalle absurdamente pequeño y elogiarlo con delicadeza y eficacia. Me encanta la forma en que se curvan los lóbulos de tus orejas con esos pendientes, decía, o tu manera de girar la muñeca para ver la hora, o cómo cada vez que te pregunto algo y no sabes la respuesta miras un segundo al cielo antes de encogerte de hombros. Sabía que la clave no estaba en la intensidad del elogio, ni siquiera en su adecuación, sino en lo pequeño del detalle. Sabía que ellas sólo quieren a alguien que les observe con ese grado de atención.

viernes, 24 de junio de 2011

El revelado sentimental

Ayer fueron a tomar un café "como amigos". Él no entiende ni aprueba eso de ser amigos pero, como siempre, anda cuidando de los sueños de ella, y si el que tiene ahora es que pueden tomar café de forma inofensiva y agradable, como si nadie hubiera sufrido la apertura en canal de su corazón, ahí estará él, sentado fuerte y heroico como una estatua impasible. Alimentando su sueño de normalidad mientras mira embobado cómo ella le quita la mermelada a la galleta con la uña, cómo le sonríe dulcemente al camarero cuando le cambia el sobre de azúcar por uno de sacarina.


Hoy está sentado frente al ordenador, solo, reflexionando sobre algo que ella le dijo cuando hacía un rato que se habían terminado los cafés. Ya habían repasado todos los temas de conversación apropiados (el trabajo, los amigos comunes, la crisis) y evitado los inapropiados (¿te acuestas con otros? ¿te acuerdas de mí?). Entonces ella se quedó mirando un punto por detrás de él con la barbilla apoyada en la mano.
- Tú nunca estuviste enamorado de mí - dijo -. Yo te gustaba, sí, pero enamorado no creo que llegaras a estar.

domingo, 29 de mayo de 2011

El trasplante

Cuando el médico le dijo que el riñón de su mujer era compatible, no se alegró. "Es increíble, sois casi como gemelos monocigóticos - dijo el doctor -. Nunca en mi vida había visto algo así". Él asintió con una sonrisa de plástico mientras maldecía su suerte. Con lo fácil que hubiera sido que la estadística no estuviera de su parte y haberse marchado del mundo tan sin ruido como había pasado por él.

Ahora que está trasplantado, con su cóctel diario de inmunosupresores y su recién estrenada salud, mira a su mujer con odio. Sabe que debe hacer honor al regalo que se le ha hecho y aprovechar cada día que le quede sobre esta tierra. Sabe que tiene que agradecer cada sonrisa de bebé y cada rayo de sol porque, como todo el mundo le dice, "ha vuelto a nacer". Y, sin embargo, sólo es capaz de pensar en la forma tan refinada y efectiva que ha encontrado ella de controlarle. La muy bruja.

sábado, 14 de mayo de 2011

Grandes cuestiones hipnagógicas

Me pregunto, se dice Él abrazándola bajo las sábanas, invulnerable al sudor fino que les recubre la piel. Me pregunto cuánto tiempo durará esto de dormirnos abrazados una vez que nos casemos o nos vayamos a vivir juntos. ¿Cuatro, cinco años? ¿Cuánto pasará antes de que uno se harte y prefiera descansar bien después de un día agotador, antes de que esta necesidad de ella se desvanezca y la pasión se largue?

Me pregunto, piensa Ella, buscando una zona fresca en las sábanas con la punta del pie izquierdo. Me pregunto cuánto tendrá que pasar después de irnos a vivir juntos para poder dejar este coñazo de dormir abrazados, que se me recuelga de la espalda como un monito necesitado y me da dolor de cervicales. ¿Seis meses, un año? ¿Cuánto antes de poder decirle que así no descanso y que mañana hay que madrugar sin que me mire mal? ¿Cuánto antes de que el amor tranquilo y seguro se mida en algo más que la necesidad de contacto?

Y los dos se duermen, ignorantes de la distancia entre sus pieles pegadas.

lunes, 14 de febrero de 2011

San Valentín


La mañana del día de San Valentín se despertó con un nudo en el estómago. Abrió los ojos despacio, procurando no moverse. Sabía que él tenía el sueño ligero y se despertaría en cuanto ella se diera la vuelta: abriría deprisa los ojos de cervatillo, como si no hubiera llegado a quedarse dormido, y la miraría sonriendo. Y no se acordaría.

Ella tenía los regalos escondidos en el cuarto de invitados. Unas zapatillas para estar por casa y unos pantalones de bicicleta. No estaba muy segura de haber acertado, porque a lo mejor eran regalos demasiado útiles, no muy románticos en el sentido estricto de la palabra. Las zapatillas eran un poco maternales. Odiaba que siempre anduviera por casa descalzo o, todavía peor, con las botas de montaña. “Son los zapatos más cómodos que tengo”, decía siempre él cuando le regañaba. Los pantalones de bicicleta daban el toque lúdico. Él quería ir en bici, pero nunca se acordaba de comprarse unos pantalones anchos y los estrechos le hacían muy delgado. Con esos pantalones podrían ir juntos en bicicleta.

Si lo pensaba bien, eran regalos llenos de futuro.